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lunes, 7 de mayo de 2018

Encuentro de Amor Perfumado


José se inclinó para recoger del suelo los papeles que se habían deslizado del escritorio, en ese momento un fuerte dolor en el pecho paralizó sus movimientos y se desvaneció.
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María vivía en un pueblo tranquilo enclavado en sierras bajas, donde el paisaje era el protagonista, estaba feliz ¡muy feliz! Ese día iba a producirse el gran encuentro después de tantos años, tiempos de amores y decepciones…tal vez ahora podrían afrontarlo con más madurez.
Tomó el primer taxi que vio en la puerta de su casa, se ubicó con comodidad en el asiento. Fue un viaje lento, había tránsito en la carretera, sacó la barra de labios, un espejo, retocó su maquillaje, y peinó su cabello, quería lucir perfecta.
Después de una hora de viaje llegó a su destino. Cruzó el largo pasadizo. Mientras caminaba escuchaba el golpeteo de sus tacones y aspiraba el aroma de los jazmines que adornaban con su belleza los muros. Se detuvo frente a la puerta, abrió con su llave y entró. El ambiente estaba calefaccionado, había dos copas sobre la mesa, un ramo de rosas rojas con una tarjetita: “ Gracias por tu tiempo…vivo otra vez.” Su corazón latía con fuerza, fue a la habitación y se recostó sobre el acolchado de raso blanco, cerró los ojos y suspiró.
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Lucía bajó del auto con prisa, entró en la clínica con rostro desencajado y se dirigió a la sala de terapia. Preguntaba por su marido, quería saber, había sufrido un infarto agudo. Se sentó en la sala de espera y mientras aguardaba información rezaba.
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María se sobresaltó, se había quedado dormida. Sentía de nuevo la impotencia de ser abandonada y traicionada. ¡Otra vez!!! Una cita, y ella ahí, sola. No se perdonaba haber caído en otra trampa. Hacía dos años había sucedido algo parecido, tantas promesas, tantos regalos y luego.. la decepción.
Salió de la casa y volvió a recorrer el pasillo hasta alcanzar la calle, tal era su estado de angustia que abstraída en sus pensamientos no percibió aquel auto que se acercaba a alta velocidad.
Se escucharon las sirenas de ambulancias y ella como en un sueño, las batas blancas, las voces. Le dolían mucho las piernas, los brazos, la cabeza. ¿Qué había pasado?
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José abrió los ojos, su respiración había recobrado la normalidad. Pidió un teléfono pero no le permitieron hablar, un papel para escribir, pero tampoco era posible, le explicó la enfermera.
Por fin Lucía pudo entrar a verlo, lo besó, y acarició con ternura sus manos pálidas. José la miró, apretó su mano y balbuceó: “gracias”. Lucía sintió nuevamente su frialdad y desamor. Se preguntaba por qué siempre había estado a su lado, era tan injusto. Postergó su vida, pero él jamás la amó. Solo estuvieron unidos por costumbre y negocios.
Dejó la sala de terapia y bajó a la calle. Inspiró para sentir el aire fresco y comenzó a caminar más tranquila, se sentía ahora con menos carga emocional, decidida, libre.
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María tenía varias heridas de las que debía recuperarse y también estaba dolida por dentro. Rogaba estar viviendo un sueño. Pero ¿y esa voz? ¡Era su voz! Pedía agua, tenía mucha sed.
Solo atinó a gritar: ¡¡José, José!! Él al escucharla le respondió: “¡Te amo, te amo, amor!! Aquí estoy.”
Una brisa con aroma a jazmines perfumó toda la sala.


                            


Para mi ahijada Magui

Para mi ahijada Magui Aunque distante ahora, te recuerdo y sueño cerca de mi corazón siempre etérea y frágil dulce y amorosa, encerra...