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martes, 26 de junio de 2018

Destino



Siempre estaba presente la voz de mi madre diciéndome: “no abras esa puerta, solo hay trastos  viejos que en algún momento debemos tirar a la basura, por ahora no hay tiempo”. Y yo obedecía sin resistencia, en cada rincón de mi cuarto, cartones, libros y por otro lado la tablet y los juegos electrónicos. Realmente era muy desordenado. Lo mío era  acumular cosas inservibles y todo tipo de chucherías que me daban un motivo para desarrollar mi ingenio.

Pensaba que algún día llegaría a ser un famoso ingeniero que diseñaría el barco más sofisticado del planeta, y en él navegaría hasta el infinito. Sí, hasta  el  infinito para descifrar lo desconocido, porque cada mañana me preguntaba y no podía  comprender la angustia encubierta de mi madre, los continuos viajes de mi padre, las ausencias de amor o de los  exagerados abrazos, como tampoco los regalos de todo lo que se me ocurría.
¿No estaría la respuesta detrás de esa puerta que nunca me permitían abrir? Sentía el olor a humedad  cuando acercaba mi nariz al diminuto agujero de la  llave, que nunca pude encontrar. A veces me tiraba al suelo y acercaba mi oído para intentar rescatar sonidos. Todo era silencio.. Entonces imitaba una fuerte carcajada y salía corriendo resbalando por el suelo brilloso del interminable pasillo hasta llegar al luminoso salón, donde mi madre me regañaba  enfadada.
Por las noches charlando con ella le contaba mi sueño de  poder ser un marino y llegar a tener mi  propio  barco. A ella se le iluminaban los ojos y le brotaban las lágrimas, en su rostro se reflejaba un dolor que no podía disimular. Yo cambiaba de tema pues me daba cuenta que no le agradaba la idea. Era tierna pero a veces demostraba una dureza que yo no entendía.


Esa tarde el jardinero anunció una fuerte  tormenta, por lo que cerraron puertas y ventanas con cerrojo. Mi madre se retiró a su dormitorio, antes me besó la frente y me dijo que no me asustara. Me acosté un poco intranquilo y cuando estaba por fin por  conciliar el sueño entre relámpagos y truenos,  escuché un ruido muy fuerte. Salí de mi habitación y fue grande mi sorpresa, la puerta prohibida estaba abierta,tal vez el viento había logrado derribarla, no lo sabía..
Miré todo con gran curiosidad y quedé perplejo. Dentro había una cuna intacta, cuadros de  barcos, mapas con rutas, sobre las paredes réplicas de lanchas, barcos y barcazas de diferentes tamaños. Sobre un costado, una alfombra celeste y una cama  tendida y cubierta con un acolchado con dibujos de tiburones. El ruido del viento y lo que tenía ante mis ojos hizo que todo se moviera. Me asusté y di un grito.
Mi madre vino a mi encuentro, me abrazó y dijo:”Hijo tuviste un hermano tan bello como tú y el mar me lo arrebató y desde entonces guardo las pertenencias que eran su pasión. Tenía quince años como tú ahora y tus mismos sueños. Por eso no quiero que corras su misma suerte, no lo soportaría” Yo bajé la vista,luego la abracé con fuerza y le hablé del destino. De todas maneras decidí desde mi corazón desistir por el momento de lo que me impulsaba desde adentro.


El tiempo pasó, tengo treinta años, mi madre ya no está, pero escucho la voz de mi hermano que me invita a navegar. Estoy preparado para el desafío.
Dios estará esta vez de mi lado y si no es así, él  me esperará  del otro lado del  horizonte. Mi destino me aguarda.  




Para mi ahijada Magui

Para mi ahijada Magui Aunque distante ahora, te recuerdo y sueño cerca de mi corazón siempre etérea y frágil dulce y amorosa, encerra...